sábado, noviembre 26, 2005

Clarisa

Bueno, pues por aqui dejo esto( si 'esto'...aun no me decido a llamarla de otra manera) personalmente la 'idea' principal, o al menos la idea que quise transmitir con ella, me gusta(o me gustaba) pero el resultado final...En fin, como dice mi buen Ori, os lo dejo para q opineis. A ver q tal...bss, Paix

Clarisa

Clarisa no tenía ningún don. Su padre era pintor, su madre cantante, y cada uno de sus hermanos destacaba en algo: Juan era un genio de la química, Maite del solfeo, y hasta Enriqueta, con solo cinco añitos demostraba ya un gran talento para el piano. A Clarisa destacar nunca le preocupó, se acostumbró(como el resto de mortales) a que siempre habría alguien que la superaría en algo. Y fue feliz, acompañando a sus hermanos y sus padres a teatros, concursos y exposiciones, donde ellos eran los protagonistas y ella se sentía enormemente orgullosa.
El pequeño pueblo donde vivía siempre había conocido a los Márquez, la familia de Clarisa. Ella solía pensar, soñadora, que desde el principio de los tiempos siempre hubo alguien de su familia destacándose. Los imaginaba, sentada junto al arroyo donde iba a escribir, como valientes guerreros de la guerra o terribles piratas de los mares del sur. Los Márquez no habían sido reyes, pero estaba totalmente segura de que habían dominado el mundo.
A Clarisa le gustaba escribir. Aunque estaba segura de que, como todo, no lo hacía especialmente bien. Sin embargo, todas las tardes cogía su cuadernillo rosa y bajaba por el prado, hasta la antigua laguna. El causal del río que pasaba por allí, había sido movido algunos años antes, en el tiempo en el que el abuelo Márquez era alcalde. Y solo un pequeño riachuelo vadeaba ya el valle. Pero el sonido de los guijarros y los cantos rodados tranquilizaban a Clarisa. En comparación con el infernal ruido de su ‘casa de locos’, el antiguo riachuelo era un paraíso.
El día que vio a Felipe Rochas en la puerta de la escuela, Clarisa, tenía quince años. Se quedó parada, a la sombra de un portón, mirando embelesada los rizos negros y la piel canela del nuevo maestro. Apretando los libros contra su pecho, siguió con la mirada cada una de sus facciones, absorbió cada una de sus sonrisas, grabándolas a fuego en la mente para no olvidarlas nunca. Y por primera vez en su vida Clarisa deseó destacar en algo, dejar de ser la sombra que nunca se apreciaba, para convertirse en la única estrella del firmamento de Felipe.
Desde ese momento la alegría que siempre predominó en ella se evaporó, sustituida por la obsesión. Clarisa vivía perdida en sus pensamientos, siempre junto a su cuadernillo rosa, pues había llegado a la conclusión de que su única posibilidad de destacar sería la escritura. Comenzó miles de hojas e historias que terminaron en el arroyo, hasta que un día creyó encontrar la definitiva. Compró entonces otros ocho cuadernillos rosas y se encerró con ellos en el estudio de su padre. Su madre, con la clarividencia de siempre, supo ver lo que le pasaba y pidió a los demás que la dejaran en paz. Clarisa dejó de asistir a la escuela y a misa, dormía en un jergón en el estudio, tapada a medias con las hojas de su manuscrito. Hasta que un día, varios años después, despertó sobre su libro terminado.
Con la dedicación de quién a vivido para ese momento se duchó y perfumó, anudó las hojas de su manuscrito con un lazo rosa, besó a su madre en la mejilla y salió. En la calle, la gente se volvía para mirarla. Desde hacia más de dos años se rumoreaba en el pueblo que Clarisa Márquez, presa de un amor imposible, se había encerrado en su casa para morir en vida. Pero la joven que los saludó al pasar no se parecía ya en nada a la muchacha que había desaparecido de la noche a la mañana, y muchos tomaron la determinación de que simplemente, no era ella.
Clarisa llegó frente a la escuela, pasó junto a ella y entró sin llamar en la casa del maestro. Felipe estaba vestido, sentado ante un café humeante, esperando. La vio llegar y supo sin palabras quién era. Desde aquella mañana en que su mirada se clavó en él la había visto en sueños, vivía obsesionado con su reflejo.

- Buenos días señor, aquí le traigo mi historia para que vea que yo si tengo talento- Murmuró discretamente Clarisa, entregándole el ajado rosa, mientras se sentaba frente a él.
Despacio, como el que saborea cada palabra Felipe leyó la historia. Imperturbable, Clarisa lo miraba, recreándose en la forma de su cuello y de su espalda, cruzando los dedos bajo la mesa para que a él le gustara. Contuvo el aliento cuando el llegó al último punto, lo vio levantarse y acercarse a ella. Antes de que comprendiera porque él la besó. No era un beso rudo, ni suave, ni entusiasta. Era un beso de rutina, el primero de muchos, o así lo entendió Clarisa pues se apretó a su cuello riendo.

- Así pues te gustó mi historia.- Murmuró satisfecha.
- No, niña, es uno de los peores escritos que he leído nunca.- Vio con asombro que sus ojos le sonreían antes de volver a besarla.

Fin

3 Comments:

Blogger ~or! said...

Diox pero como te odio òó xDDDD

Es una historia a la que no se peude decir "ma ha gustado" o "no me ha gustado", por que es que te toka un algo que cambia la forma de evaluarlo a una escala entre lo ke has entendido y no.

Me ha encantao, deberias saberlo, poco mas se puede decir al respecto xD Sigue asi òó

26/11/05 4:22 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

¿Es Clarisa la autora de su propio destino a través de la literatura no teniendo talento? ¿Se trata de un relato que exalta el amor despreciando el arte? A ver, Paix, te salen bien las histiorias pero ¿pulirás un poco más los argumentos y la manera de contarlos?

Arandur.

26/7/06 5:10 p. m.  
Blogger Paix said...

Lo sé, lo sé bien, creeme. Pero no puedo hacerlo. Ahora mismo no.

Yo no escribo para nada ni para nadie. No busco mi futuro, no fantaseo con escribir libros. Escribiendo no tengo ambición.

Escribo como escribo porque me gusta escribir asi. Se donde fallo y se que puedo corregirlo, la cuestión es que si escribir se me convierte en un martirio, no escribiría.

Quizás es una evolución natural, asi lo espero, o quizás llegue el momento en el que sentarme a releer uno de mis propios relatos no me provoque un aburrimiento absoluto.

Pero como ya he dicho, yo no quiero conseguir nada escribiendo. Por lo tanto no veo la necesidad de sacrificarme y pasarlo mal. Escribir para mi ya no tendría ningún sentido.

Tal vez parezca, por esto que acabo de decir, que este blog y mi insistencia en sus comentarios no tendría ningún sentido. No tiene nada que ver. Valoro mucho cada una de las criticas o los comentarios y los respeto de verdad. Como vosotros respetareís que siga comentiendo 'fallos'.

Además de no tener ambición escribiendo soy de lo más egoísta :P

Bsts, Carmen

21/11/06 6:55 p. m.  

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